¿Qué es la navegación astronómica?

Con el avance de la tecnología, situarse estés donde estés se ha convertido en una tarea que requiere escasos segundos. Simplemente tenemos que abrir nuestros dispositivos móviles o cualquier tipo de GPS y tendremos, con total precisión, nuestra posición exacta. Pero esto no ha sido siempre así. Los antiguos marinos tenían que apañárselas para poder encontrar su rumbo, y esto es algo que hacían gracias a nuestro amigo más fiel: las estrellas.

En este post descubriremos cómo lo hacían exactamente. Veremos qué es la navegación astronómica, cómo se navega con estrellas, y muchas otras curiosidades que te permitirán apreciar este gran arte.

 

Navegación y astronomía, siempre ligadas

 

La navegación y la astronomía siempre han estado íntimamente ligadas.

El navegante ha necesitado mirar a la bóveda celeste para contestar la pregunta que siempre se hizo: ¿Dónde estoy? 

Hoy en día, sobre todo aquellos ciudadanos que viven cerca de grandes ciudades, la contaminación lumínica les impide disfrutar de cielos nocturnos y de ese paisaje de estrellas y constelaciones que disfrutaban nuestros ancestros.

El navegante, en cambio, tiene la fortuna de disfrutar de cielos oscuros, libres de contaminación lumínica al separarse tan solo unas millas de la costa.

Si estamos navegando en cualquier embarcación moderna y preguntamos nuestra posición, cualquiera de nosotros podrá contestar en pocos segundos. Tan solo será necesario apretar el botón “on” del GPS o mirar nuestro dispositivo móvil.

En una travesía en la que perdamos de vista la costa, en pocas millas dejaremos de tener cobertura para poder hablar o enviar mensajes, pero, en cambio, conservaremos nuestra posición exacta durante toda la singladura: latitud, y Longitud, además la exactitud es asombrosa.

La navegación astronómica es un arte, que lamentablemente se está perdiendo debido a la navegación electrónica.

Como dice D. Luis Mederos, un referente es este arte, y autor del libro “Navegación astronómica”, las  cartas electrónicas, el plotter, el piloto automático conectado al GPS que es capaz de pilotar el barco entre dos puntos cualesquiera sin intervención humana, etc., han conseguido que un sextante parezca un instrumento antediluviano y, lo que es peor, ¡sea bastante más caro que un GPS!

Para agravar aún más las cosas, practicar la navegación astronómica con garantías requiere estudiar…

 

navegar con estrellas

 

¿Por qué ya no miramos al cielo?

 

Si ya no necesitamos mirar al cielo para poder determinar nuestra posición…¿por qué vamos a hacerlo?

Para poder convencer a los futuros alumnos o aficionados a la navegación, podemos seguir insistiendo en qué la embarcación podría quedarse sin electrónica y perder toda señal de GPS.

En ese momento la navegación astronómica, si no tenemos una tierra a la vista sería fundamental. No obstante, esto me recuerda un día en el que disertando yo sobre la conveniencia de conocer la utilización del sextante, un alumno me comentó que cuántos GPG quería que llevase a bordo, pues incluso en nuestros teléfonos móviles ya contamos con nuestra posición exacta.

Francamente el argumento parece bastante contundente. Por tanto, quizás ahora no se trate de mirar al cielo para calcular nuestra posición, pero sí seguir haciéndolo por puro placer, para disfrutar de un nuevo paisaje que se nos abre más allá del mar y nuestras velas.

Creo que hay un momento de metamorfósis en el que pasamos de considerar que el cielo está lleno de puntitos de luz, a considerarlo un nuevo paisaje. Eso sucede cuando alguien, con ciertas dotes docentes consigue, explicarnos qué son esos puntitos que vemos, cómo el navegante los ha utilizado en el pasado para poder orientarse, o incluso los adorna con curiosidades o mitología sobre algunas de esas estrellas o constelaciones.

Hace poco escuchaba al gran maestro Joaquín Sabina decir que él cuando estaba en algún aeropuerto realizando giras, y sufría algún retraso, siempre escuchaba como la mayoría de su equipo se lamentaba amargamente.

Por contra, él comentaba que aprovechaba ese momento, para sacar aquél libro que estaba leyendo, buscar el punto del libro,  y seguir disfrutando se su lectura durante la espera.

Salvando las obvias diferencias, ese hecho me gusta compararlo a lo que le sucede al navegante cuando tiene que hacer una guardia nocturna.

Probablemente le apetece más seguir durmiendo, no pasar frío, etc.

En cambio, si conocemos ese nuevo “paisaje estelar”; que además siempre es distinto a lo largo del año, podemos aprovechar para disfrutar descubriendo esas estrellas, constelaciones, meteoros, etc. que van recorriendo la bóveda celeste durante nuestra guardia.

 

¿Cómo se navega con estrellas?

 

Para la observación del cielo es fundamental aprender a orientarse y reconocer patrones, figuras y senderos que nos ayudarán a recordar la posición de las estrellas y constelaciones más importantes.

A continuación analizamos los puntos más importantes para navegar con estrellas.

 

Las herramientas más importantes de la navegación astronómica

 

Los marinos siempre han vivido pendientes del cielo. Ya los primeros inventos para determinar la latitud utilizaron la posición de los astros.

Un ejemplo es el astrolabio, cuyo significado deriva del griego “buscador de estrellas”.

Los marinos adaptaron este instrumento para poder medir la altura de un determinado astro, y también determinar con bastante exactitud la posición de la Luna, el Sol, y los planetas en relación a las estrellas.

A su utilización se le puso un nombre de esos que me encantan relacionados con la navegación antigua:  “pesar el sol”.

Otros instrumentos como la Ballestilla, o el Kamal, de los que en próximos artículos hablaremos, ya se habían utilizado en la Edad Media y fueron dejando paso al octante, y posteriormente al sextante y cronómetro.

La navegación en la Edad Media se limitaba al cabotaje; es decir, navegar de cabo a cabo.  Pocas veces los marinos se aventuraban a navegar en mares desconocidos o hacerlo por la noche.

La ballestilla es una vara de madera sobre la que se desliza una vara cruzada más pequeña. Se hacía coincidir la vara con el horizonte y la superior con el sol o la estrella. La lectura se hacía en una graduación de grados y minutos impresa en la vara principal a modo de limbo como en el sextante.

Esto también me recuerda que muchos pensábamos que todos aquellos personajes que aparecían en las películas de piratas con un parche en el ojo seguramente se debía a duelos y épicas batallas con espadas. La realidad es que muchos de ellos perdían la vista por mirar directamente el sol para tomar posiciones con la ballestilla, y posteriormente el sextante. Hoy en día los sextantes incorporan unos potentes filtros que nos permiten “bajar el sol” con seguridad para nuestros ojos.

 

 

El conocimiento de los vientos era fundamental

 

Quien conocía los vientos dominaba el comercio. Incluso algunas embarcaciones dibujaban la rosa de los vientos en sus proas, y las cartas náuticas permitían, con muchos errores, eso sí (Mercator no llegó hasta el s. XVI), trazar líneas loxodrómicas conocidas. Los navegantes las seguían fielmente, aun sabiendo que muchas veces recorrerían mucha más distancia, pero lo importante era llegar a destino, “tocar tierra”.

De ahí el dicho de la época: «Paralelo correr, tierra encontrar”. 

Si a alguien le apetece ver la primigenia precursora de la rosa de los vientos, tan sólo debe acudir a Atenas y allí en el Ágora encontrará la Torre de los Vientos.

 

El compás, un instrumento indispensable en el mar

 

Se supone que el compás fue introducido por la cultura china allá el siglo XI. 

Este instrumento echó el cierre tradicional del mar durante los meses de invierno, que había persistido en el Mediterráneo durante milenios. 

El compás inicialmente era considerado como un instrumento al que incluso se le atribuían poderes casi mágicos. Marcaba el norte pero no se sabía bien el porqué. Por ese motivo los capitanes de los navíos lo guardaban con enorme celo en sus bitácoras, e incluso la ley permitía que aquel que osara tocar un compás sin el permiso del capitán, se le podría clavar su mano en el palo mayor con una daga. Curiosa la norma…

Cuando ya no se divisaba la costa se navegaba “a la estima”, anotando de forma minuciosa rumbo, abatimiento, y deriva. El método de las “alturas distancias” suponía conocer la latitud del punto de salida e ir anotando nuevas posiciones durante la singladura.

La posición a la que se suponía que el barco estaba en cada momento se le llamaba “punto de fantasía” (otro término maravilloso…), que se iba refrescando o corrigiendo con las mediciones realizadas con astrolabio, ballestilla o más tarde sextante para conformar el “punto de escuadría”.

 

Navegar a través de la Estrella Polar

 

En el hemisferio norte hemos tenido la suerte de contar con la más útil de todas las estrellas, y no precisamente por ser especialmente brillante, ya que su magnitud, que es así como medimos la luminosidad aparente de los astros, es de tan solo +1,97, sino por porque prácticamente su posición coincide con el norte verdadero (actualmente está a menos de un grado, concretamente a 43′ 11″). Esa estrella es Polaris. Además, y esto es algo que no puede pasar desapercibido, su altura respecto al horizonte visible, ha permitido calcular la latitud del observador con bastante precisión. Por ese motivo, si pudiésemos medir la Polar desde el Polo Norte la veríamos en su zenit (90º), mientras que si la medimos en el Ecuador la veríamos sobre el mismo horizonte (0º).

Un término utilizado comúnmente por todos es el de “septentrional” que deriva de los siete bueyes del carro de la osa mayor, o sea, las siete estrellas, y significa: lo más al norte.

No podemos olvidar que debido al movimiento de Precesión, Polaris no siempre ha marcado el norte (anteriormente fue Pherkad también de la constelación de la Osa Menor), y de aquí unos 12.500 años ese honor le corresponderá a la estrella Vega de la constelación de la Lira. De momento seguimos disfrutando de su posición, y afirmando que la latitud nunca fue un problema para los marinos pero en cambio la Longitud duró casi tres siglos en poder resolverse.

También la latitud por Meridiana del Sol ya era utilizada antes de 1484 por los navegantes que cruzaban el ecuador y perdían la Polar. Los grandes descubridores tanto españoles como portugueses, llevaron a cabo sus descubrimientos, a finales del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, sin más ayuda que La Polar y la Meridiana.

Cuando el sol pasa por el meridiano del lugar, el triángulo de posición desaparece para transformarse en un arco de meridiano, y la latitud puede determinarse por una simple suma algebráica (90º – Altura verdadera +/- Declinación).

 

Osa Mayor, constelación circumpolar con historia

 

No puedo concluir sin hacer un breve apunte de mitología relacionado con la Osa Mayor: “el castigo de Hera”.

La constelación de la Osa Mayor es seguramente la más popular de todas en el hemisferio norte como hemos visto. En algunos lugares se la conoce como la sartén, al cazo, el Arado, o el martillo de Odín.

La constelación está acompañada de otro conjunto de estrellas con una forma muy parecida pero de menor tamaño: la Osa Menor. La historia de esta pareja de Osas tiene como protagonista a Zeus, rey de los dioses según la mitología griega.

Zeus estaba casado con Hera, la diosa del matrimonio, pero tenía muchas aventuras. De su relación con la ninfa Calisto nació Arcade. Cuando Hera se enteró de lo ocurrido, transformó a Calisto en Osa (la Mayor).

El destino quiso que Arcade se cruzara con su madre (Calisto), ya convertida en osa, y como no la reconoció la apuntó con un arco y una flecha. Recordemos que Calisto era de la corte de la diosa de la caza, Artemisa y quizás de ahí le viniese a Arcade su afición a la caza… Cuando estaba a punto de disparar, Zeus intervino y también convirtió en osa a Arcade (la Osa Menor). Para que ambas no se arañasen con sus garras, las lanzó por la cola al cielo.

Cuando Hera supo lo ocurrido se enfureció. Fue a ver a su hermano Poseidón, el Dios de los mares, y le pidió que ni la Osa Mayor, ni la Osa Menor, pudieses bañarse en aguas celestiales; por eso ninguna de estas dos constelaciones desaparecen nunca bajo la línea del horizonte en latitudes medias. La mitología en algunas ocasiones también servían para explicar fenómenos astronómicos como en este caso las constelaciones circumpolares.

 

 

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Xavier Martínez

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